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Nadie es perfecto. Nadie va a pensar exactamente como vos. Pero está claro que, por detalles y prejuicios de 50 millones de incrédulos, se perdieron de ver a un líder reconocido a nivel mundial. Lo juzgaron por ideologías, por ignorancia, por mezquindad. Mientras tanto, el mundo lo escuchaba. Los poderosos del planeta lo recibían con respeto. Los pueblos lo abrazaban con afecto. Y acá, en su tierra, lo medían con la vara mezquina del resentimiento argentino. Leer más